lunes, 4 de mayo de 2020

Variedad alimentaria: Mi mejor defensa




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Angélica Henríquez Cerna
Nutricionista
Departamento de Salud Estudiantil, ULS 







Día a día, y sobre todo durante este período de cuarentena, hemos visto y leído muchas indicaciones de alimentación y estilo de vida que apuntan a “bajar de peso”, a “no engordar” o a “fortalecer nuestro sistema inmune”. Pero  esto solo contribuye a sobrecargarnos de información, que muchas veces no proviene de fuentes confiables o basadas en evidencia.

Es importante recordar que este contexto de cuarentena tiene por objetivo principal mantenernos protegidos de focos de contagio, específicamente para el COVID-19 y, en ningún caso, el bajar de peso.

Lo cierto es que nuestro organismo requiere de nutrientes para regular y favorecer sus funciones y para que esto pueda suceder de la mejor manera posible, es fundamental incorporar en nuestra alimentación la mayor variedad de alimentos, aportando proteínas, lípidos, vitaminas, minerales, fibras y otros compuestos activos.

Las proteínas, ya sean de origen animal o vegetal, nos ayudan a la formación y recuperación de nuestra masa muscular. Los lípidos o grasas tienen función energética. Los “temidos” carbohidratos son imprescindibles para mantenernos activos o con la energía necesaria para realizar nuestras actividades diarias, mientras que  las vitaminas y minerales son cruciales para regular y/o favorecer las funciones de nuestro sistema inmune (entre otras).

No por nada campañas a nivel mundial, recomiendan una ingesta mínima de 400 gramos de frutas y verduras durante el día, lo que en Chile conocemos como “5 al día”, que promueve el consumo de 3 porciones de frutas y 2 porciones de verduras diariamente.

¿Somos realmente conscientes y responsables a la hora de seguir estas recomendaciones?

Con esto del COVID-19se han disparado las ventas de vitaminas y minerales, claro, en cápsulas. Este consumo sería completamente innecesario si tuviésemos como hábito diario el consumo de frutas y verduras. Y se trata de una práctica de fácil incorporación a la vida diaria. Por ejemplo, bastaría con agregar una fruta en mi desayuno, otra en alguna colación y otra como postre, después del almuerzo, ¡SORPRESA! ya tengo las 3 frutas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda.

¿Sigamos? Si cada vez que almuerzo, además de mi plato de comida, aseguro un plato de ensalada con verduras frescas y surtidas, ya tengo una porción de verduras… Y la otra porción, ¿dónde la añado? Si acostumbramos a tomar once o a cenar, es durante ese tiempo de comida la ocasión perfecta para agregar la segunda porción de verduras.

Estas recomendaciones son para la población en general, por lo que algunas personas pueden aumentar o incluso disminuir la cantidad, dependiendo de alguna condición o patología en particular.

También existen microorganismos vivos/no patógenos, presentes en ciertos alimentos, que poseen propiedades beneficiosas para nuestro organismo,  los probióticos.

Los puedes adquirir de fuentes alimentarias como lácteos fermentados (yogur, leche cultivada, quesos, bebidas de probióticos), legumbres, verduras encurtidas naturalmente (como el chucrut casero, no el procesado industrialmente).

Su consumo frecuente tiene efectos favorables en nuestra salud digestiva, mejora la respuesta de nuestro sistema inmune e incluso se han comprobado efectos positivos en el estado de ánimo.

Es importante entender que cada nuevo hábito o cambio, es un proceso que ocurre de manera progresiva y a un ritmo que es distinto en cada persona. Por lo tanto, si te parece difícil adoptar estas recomendaciones, mi consejo es tomarlo con calma e ir de a poco; Por ejemplo, si soy una persona que no consume frutas, comenzaré por agregar una que sea de mi gusto en algún horario que me acomode y ese cambio ya es un avance positivo.


No te olvides que buscar ayuda profesional es una manera responsable de ocuparnos de nuestra salud y de iniciar la adopción de hábitos saludables.